The Day After

Por Ángel J. Barahona Plaza

Después del éxtasis dionisiaco del 8M las aguas retornan a su cauce, pero revueltas. Habiéndose agitado los lodos no se ve bien el fondo. Es cierto que toda manifestación se fundamenta sobre algún tipo de justicia vindicativa que evidencia alguna injusticia de fondo. Obviamente esa injusticia existe. Hay hombres inmaduros, que en su perplejidad a la hora de juzgar las relaciones con los otros seres humanos se sienten perdidos. En su debilidad se refugian en estereotipos infantiles, endurecidos por el resentimiento contra las humillaciones sufridas por otros y que canalizan sobre otros que juzgan más débiles, siguiendo lo que Girard llama “la ruta antigua de los hombres perversos”: haciendo chivos expiatorios por donde quiera que pasan.

Algunas mujeres han sido y son chivos expiatorios de grupos humanos, culturas, etc., de hombres, y de otras mujeres, lo cual les ha permitido tomar conciencia de su papel de víctimas en el teatro de mundo. Algunas mujeres han tomado conciencia de que han sido víctimas injustamente tratadas y han desarrollado lo que James Alison llama: “la inteligencia de las víctimas”[1]. Gracias a la revelación evangélica, mal que les pese, han descubierto que las víctimas son, la mayoría de las veces inocentes, y que, aunque alguna vez sean culpables, su designación como tales víctimas es una decisión arbitraria.

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La felix culpa a la luz de la antropología teológica del Fr. James Alison

La mayoría de las veces lo son porque son señaladas por una masa mimetizada, que, en un arrebato de “sonambulismo colectivo”, pone en marcha la maquinaria necesaria para descargar tensiones, obtener un subidón de adrenalina, experimentar la necesaria catarsis trágica. Pero la inteligencia de las víctimas de antaño se ha vuelto delirio colectivo de verdugos de hoy. Lainteligencia de las víctimas se ha embrutecido y ha arrasado con furia dionisiaca las calles de las ciudades del mundo. Algunas mujeres han logrado que todas las mujeres se identifiquen con su condición de víctimas, y aprovechando que vivimos en un mundo de masas miméticas han generado una corriente de energía mítica que podría no tener retorno. Se han sumado al colectivo victimista, a ese gran número de víctimas de cualquier cosa o situación. El éxito es total.

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El resentimiento es analizado en profundidad por René Girard en muchos de sus libros

Lo que ha sucedido es que una idea buena ­–como todas las que se ponen en marchar para paliar un problema o una injusticia­– puede tener, como siempre, sus efectos perversos: convertirse en una ideología de resentidos. Y la ideología es veneno puro: porque a ella se adhieren irreflexivamente las múltiples y variadas formas de victimismo logrando una peligrosa unanimidad mimética, tal y como la describe Girard: todos contra uno genera comunión, mucha comunión, y cuantos más lemas, gritos aprendidos, tópicos y frases hechas más unanimidad. Pero son muchas de ellas medias verdades mal traídas, al ser convertidas en armas arrojadizas, y van a dejar muchos cadáveres en su camino.  Porque la masa no necesita verdades, los argumentos no los soporta, la masa se alimenta solo de emociones, de espasmos, de gestos de dolor y de rabia, que se acrecientan en grandilocuencia cuanto más reductivos y mentirosos son, y que cuanto más compartidos son por más gente menos valor de verdad tienen. Como decía Levinas: si todo el mundo está de acuerdo con señalar como culpable a una persona, seguro que es inocente…[2] Un grupo de mujeres de éxito, no resentidas, que emplean, dirigen, y deciden sobre hombres, sacaron adelante un manifiesto que lleva el título de “No nacemos víctimas”. En este manifiesto hay dos perlas girardianas que quiero resaltar:

Nosotras no nos reconocemos víctimas de nuestros hermanos, parejas, padres, hijos, amigos y compañeros, nuestros iguales masculinos. Nos rebelamos contra esa política de identidad que nos aprisiona en un bloque monolítico de pensamiento que niega la individualidad.

No hay mejor declaración que disgregue a la multitud mimetizada… y potencialmente asesina. Decía Elías Canetti, judío superviviente, premio Nobel y autor de una obra imprescindible para comprender los fenómenos de masas, Masa y poder, donde afirma de la masa de acoso que “sale a matar y sabe a quién matar”. Si un hombre se hubiera puesto a gritar algo tan sutil y tan intelectual como: “tengo el derecho a que no se me incluya entre aquellos que se sienten ‘machos’, soy una persona que defiendo la masculinidad y no un colectivo patriarcal…”, probablemente se le hubiera identificado como la víctima ideal para reconducir la rabia, la ira, y el resentimiento contra él que, como la masa en física, iba in crescendo con la temperatura emocional del día cuanto más se iba incrementando la distancia –la diferencia– entre lo masculino y lo femenino en los lemas. La catarsis se realizaba en la tragedia cuando se concluía matando en el escenario al monstruo, al Edipo de turno causante de la peste.Cada vez que veo al malo metafísico de los colectivos feministas en las películas y en los programas de TV, entro en pánico ante la ceguera de esta Nueva Inquisición.

La otra perla girardiana en el manifiesto “No nacemos víctimas” es esta:

En la última década, sin embargo, coincidiendo con la entrada en vigor de la Ley de Violencia de Género, se ha instalado en el discurso predominante en los medios y en la política una corriente de pensamiento que presenta a las mujeres como víctimas por definición de una sociedad machista. El victimismo es un estado psicológico que conduce a la parálisis.

Es una pena que el feminismo, en sus “efectos perversos”[3] sea visceral, resentido, ideológico. Si hubieran leído a Simone de Beauvoir, su abanderada primera… tal vez habría una posibilidad de no vernos abocados a nuevas fuentes de rivalidad. Dice la madre del feminismo en El segundo sexo:

Tan pronto como hay en el hombre y en la mujer un poco de modestia y alguna generosidad, las ideas de victoria y de derrota quedan abolidas; el acto de amor se torna libre intercambio… El problema para la mujer consiste en encontrar uno al Image result for el segundo sexoque pueda considerar como su igual.

Ni siquiera esta toma de conciencia de la complementariedad, debida a una de las mujeres más representativas del feminismo, es tenida en cuenta en la exageración y la exaltación de una rivalidad basada en el énfasis puesto sobre una diferenciación social. Ya han logrado crear la confusión e imponer con su manejo de la “propaganda”, de las leyes y de la calle (la masa), el NO reconocimiento de diferencias en el nivel antropológico y biológico. La nueva inquisición persigue en los tribunales a quien no comparta esta verdad metafísica indiscutible. La inquisición fue un intento, que se pervirtió, de evitar el linchamiento espontáneo por las masas alocadas, enfurecidas, mimetizadas, de brujas y herejes, y marginados sociales. La nueva inquisición retornará a legitimar el linchamiento, peor que el del KKK, peor que Torquemada. Poseedores de la indiscutible verdad ideológica, todos los que no creemos lo mismo pasaremos por la hoguera de sus Bastillas, por sus guillotinas mediáticas, por sus tribunales; se nos arrebatará de las manos la custodia de nuestros hijos si somos hombres al separarnos, si no queremos que les inculquen el dogma posmoderno sexista en las escuelas, si queremos pensar y discutir en libertad, y crearán para nosotros nuevos gulags, nuevos campos de exterminio; se nos expulsará de los espacios públicos, y solo discutirán temas de la neoescolástica inquisitorial. Aquellos escolásticos debatían sobre el sexo de los ángeles, estos nuevos inquisidores escolásticos lo harán del sexo de los niños.

Parece que el destino de la humanidad consiste en ser prisioneros de una dialéctica interminable. Desde Heráclito, los opuestos parecen dominar nuestra forma de ver la historia y el devenir del mundo. En sus distintas configuraciones, por las que hemos ido pasando, hemos ido llenando el mundo de cadáveres: cuando nos creíamos que la vida era lucha de clases, nos matamos entre nosotros buscando un igualitarismo que solo podía imponerse por la exterminación del otro; cuando nos creímos que el mundo tenía que ser ario para ser justo, llenamos el mundo de cadáveres; cuando creímos que el mundo, para ser feliz, tenía que construir la utopía comunista, tuvimos que llenar el mundo de esclavos del estado, y matar a la otra mitad; cuando creímos que el orden había que imponerlo sobre el desorden nos volvimos fascistas y odiamos la diferencia y la libertad, matando al libre y al diferente; cuando creímos que el mundo era nuestro, solo de los nuestros, hubo que excluir al emigrante, al refugiado, al no nacionalista, y volvimos a repetir la historia de las exclusiones, de las persecuciones, para volver al monolitismo de la homogeneidad impuesta.


[1] James Alison, The joy of being wrong: original sin through Easter eyes (New York: Crossroad Pub. Co, 1998), 139 y ss.

[2] “Cuando se lee a Neher, o a Levinas, se encuentran de forma inesperadas cosas extraordinarias, como ese texto del Talmud que me ha impresionado: «Si todos los jueces de un tribunal están de acuerdo en condenar a un acusado, éste debe ser inmediatamente liberado». ¡La unanimidad bajo sospecha!” En René Girard, La piedra desechada: antijudaísmo cristiano y antropología evangélica, trad. Ángel Barahona y David García-Ramos (Madrid: Caparrós, 2015), 146.

[3] “L’autonomie du social, cela veut dire pour Bourdieu qu’il n’y a rien d’autre que la guerre de tous contre tous à laquelle se livrent les hommes, et que cela suffit à rendre compte, par une sorte d’« effet pervers », des formes et des différenciations sociales – formes que personne n’a voulues ni conçues, mais que chacun a contribué à alimenter par ses actions et réactions. Il y a de la « main invisible » dans l’idée d’habitus, principe d’orchestration sans chef d’orchestre, de coordination …”. En Jean-Pierre Dupuy, Avions-nous oublié le mal?: penser la politique après le 11 septembre (Paris: Bayard, 2002), 28.

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1 comentario en “The Day After”

  1. Fernando Blasco

    Gilania (Gylany) es un término que se suele atribuir al que R. Eisler (El cáliz y la espada, 1987), para referirse a un sistema social basado en la igualdad entre hombres y mujeres, si bien lo usó también en alguna parte de su extensa obra el mitólogo Joseph Campbell (1938-1987), más bien para apuntar a la rara capacidad psicológica de trascender la diferenciación de géneros. Su etimología griega (GYne = mujer; Lyo = liberar, disolver; ANer = hombre) abogaría más bien por este segundo significado, tal vez menos mimético.

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