Gracias profesor René!

Por David Atienza, 8 de novembre de 2015

René Girard falleció el pasado 4 de noviembre de 2015. Permítanme llamarle por su nombre de pila porque aunque nunca comí con él, ni le conocí personalmente, ha estado muy presente en mi viaje intelectual hasta la fecha, y sus ideas forman parte de mi pensamiento: ha sido mi profesor a distancia.

Angel Barahona Plaza me presentó a René a finales de los ochenta o principio de los noventa. Me prestó su libro de La violencia y lo sagrado lleno de notas y todo subrayado. Por entonces había devorado gran parte de La rama dorada de Frazer, los tres volúmenes de Las máscaras de Dios de Campbell o Mito y realidad de Eliade, entre otros. Me apasionaban los rituales sacrificiales, los mitos de origen y los ritos de paso. Y sin embargo, todo era confuso. Cuanto más leía más me confundía. ¿Por qué los mitos siendo tan diferentes son tan parecidos?, ¿qué relación tienen los mitos y los ritos?, ¿por qué en lugar de mitos y ritos no hay simplemente nada?, ¿por qué las sangre y por qué lo sagrado?, ¿Es la religión fruto de la cultura o la cultura de la religión, o son la misma cosa o no son nada?

Por cierto, se me olvidó decir que soy antropólogo.

En mis primeros años en la universidad traté de dar sentido a esta miriada de ritos y mitos y de contestar a algunas de estas preguntas. Leí a los antropólogos clásicos en busca de respuestas y pensé que entre todos ellos Lévi-Strauss, quizás por su complejidad aparente, podría ser el único que escondiera la clave hermenéutica que yo buscaba. Leí muchas de sus obras y hasta me enfrente a sus temidas Mitológicas, sólo los dos primeros volúmenes para ser sinceros: Lo crudo y lo cocido y De la miel a las cenizas, que me llevaron todo un caluroso verano. Al llegar el otoño caí irremediablemente en un relativismo cultural y casi existencial que me llegó a lo más profundo del alma. Ese invierno encontré el libro que nunca había devuelto a Angel y releí a René… y seguí leyendo y leyendo y leyendo.

 

Se me había olvidado decir también que soy cristiano.

René había saltado al interior del pozo oscuro alrededor del cual todos los antropólogos danzaban sin atreverse a mirar dentro, por miedo a encontrar monstruos arcaicos, y salió del mismo con un pequeño diamante de muchas caras: su teoría mimética. Una luz clara y sencilla pero altamente explicativa e integradora de ritos, mitos y teorías antropológicas. Una verdadera joya. Me devolvió la posibilidad de ser antropólogo y cristiano y me dio una clave para leer dentro del DNA de las culturas. Me regaló una brújula.

Todavía hoy muy pocos antropólogos le citan en sus trabajos aunque hablen de violencia, mimesis, o mitos y rituales, y no saben explicarme muy bien por qué, y creedme, porque he preguntado a muchos de mis colegas. Yo sospecho que es porque René Girard se declaró cristiano y no tuvo miedo de plantear una teoría integradora. Eso no estaba, ni está, nada de moda en el mundo relativista y pluriontológico de la antropología de hoy. Quizás si no hubiera dicho que era cristiano sería más citado, pero entonces seguramente no sería René Girard. No obstante, estoy convencido de que el tiempo le hará justicia y si no lo hace, aunque esto sea una menudencia, siempre tendrá mi admiración y agradecimiento.

Por cierto, finalmente devolví el libro a Angel Barahona que ha sido mi mentor y más, en esta aventura intelectual y espiritual y quien me presentó a René.

Gracias profesor René.

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4 comentarios en “Gracias profesor René!”

  1. José V. Bonet Sánchez

    Aunque simpatizo poco con la cultura «rememorativa” de los homenajes, esta vez me parece justa y necesaria, más que nada porque la reflexión sobre el rendimiento que puede aportar Girard (G.) creo que sigue abierta.
    Soy (aprendiz de) filósofo. A mí fue Vattimo (V) quien me presentó a G., en el libro más personal de aquel, Credere di credere, Creer que se cree. Decía V. que G. le mostró una visión de la religión liberada de la “violencia de la metafísica”. Accedí, primero, a El chivo expiatorio y La violencia y lo sagrado y retomé a G. más tarde en algunos cursos que di de Antropología cultural, en alguna ocasión con la ayuda de David García Ramos. Por eso quiero comentar brevemente la pregunta de David Atienza de por qué los antropólogos no le hacen más caso.

    Yo pienso que la respuesta es un poco más complicada y tiene que ver con lo que yo llamaría la indecisión epistemológica de la teoría mimética. Sin duda es algo “más” que crítica literaria –por más que esta esté presente en todos los escritos que he leído de G.-, al menos por su alcance, que es, sin duda, un alcance “antropológico”. Pero, ¿antropológico-cultural? Pareciera que sí por la posibilidad, iniciada por el maestro, de “filtrar miméticamente” una multitud de textos de distintas culturas, cosa que algún girardiano de pro ha entendido alguna vez como una auténtica “demostración”. Yo no creo que lo sea. La antropología cultural es, o quería ser, una ciencia social. No creo que G. recurra a los métodos de las ciencias sociales. Es más, no creo que lo pretenda. En efecto, si uno lee a Levi-Strauss y más aún a Sahlins, Geertz o Mary Douglas creo que advierte con claridad que juegan a otra cosa. La pretensión de que la teoría mimética (y con ella, el peonsamento todo de G.) reordene el campo todo de los estudios culturales, si alguien la tiene, me parece excesiva.
    La pregunta entonces, es, sigue siendo, en qué marco epistemológico podemos ubicarla, o hacia dónde nos puede conducir el magisterio o camino de G. Quizás no haya, hoy por hoy, un único terreno que pueda asimilar la teoría mimética o que deba ser reformateado por ella. Quizá pueda proyectar sus virtualidades en diversos campos. Piénsese, por ejemplo, en el modo en que la filosofía y ciencias políticas han asimilado, con toda naturalidad, la categoría de chivo expiatorio, dándole, eso sí, un alcance únicamente «local» o restrigido. Algo así, o amás amplio, puede ocurrir en la filosofía de la cultura, la crítica literaria (por supuesto, y antes que nada), la psicología del deseo o la antropología filosófica. A mí me interesa en particular este último, por más que a G. le preocupara poco la filosofía. Pero tampoco veo claro (aunque me gustaría) que G. proporcione un enfoque o una vía de respuesta global a la pregunta de cómo entender nuestra común humanidad.
    José V. Bonet Sánchez, 8-11-2015

    1. Gracias José por tu comentario.
      Es cierto que la respuesta es sin duda más compleja. Yo también creo que existe cierta “indecisión epistemológica” pero me parece más bien consecuencia, no de la teoría Girardiana per se, sino de la artificial compartimentalización académica que sufre hoy el pensamiento occidental y que Girard transgrede sin miramientos una y otra vez. Algunos de mis colegas, antropólogos culturales, rechazan el pensamiento Girardiano porque, como bien apuntas, dicen que “usa” a la etnografía para “demostrar” su teoría. Del mismo modo, acusan a Girard de no haber pisado el campo jamás, y podrás imaginar que para nosotros el trabajo de campo, la observación participante, es un rito de iniciación a la antropología adulta. Podría ser un punto a considerar pero lo que más me llama la atención es que estos mismos antropólogos, unas líneas después, reivindican y loan a otros científicos sociales, como por ejemplo a Durkheim quien apenas salió fuera de Europa y que “usó” a los pobres aborígenes australianos, a los que nunca conoció, para construir su principal teoría sobre religión. Del mismo modo, otros mantienen una distancia de seguridad con Girard y su pensamiento porque consideran que afirmar que nuestra amada Cultura, objeto central y “divinizado” del estudio antropológico, tiene un origen violento es algo así como una blasfemia.
      Así es, no se hasta que punto la teoría girardiana puede o podrá dar una respuesta global a nuestra humanidad, pero de lo que estoy seguro es de que es “buena para pensar”.
      Gracias de nuevo.

      1. José Vte. Bonet Sánchez

        David, gracias por tu comentario y por aceptar la mayor sobre una cierta indecisión epistemológica girardiana. Por lo demás,

        1) la compartimentalización académica del pensamiento occidental creo que, más que artificial, es contingente, histórica, como no podía ser de otra manera. Pero no creo que sea ese el asunto.

        2) Dicha compartimentalización no solo la transgrede Girard, sino muchísima gente más. Diría incluso que una parte considerable y atractiva de la cultura académica y artística actual se desarrolla en términos de una fusión ocasional de campos y géneros. Piensa, por ejemplo, en la Neuro-ética (neuroreligión, etc.) o en la biotecnología; o en la fusión de géneros literarios y cinematográficos (los ejemplos aquí serían infinitos).

        3) La cuestión es, entonces, si RG consigue crear un campo nuevo que tenga suficiente entidad para ser proseguido y enseñado con provecho hasta el punto de producir nuevos especialistas que lo sean simplemente en esa cosa. (no sé si me explico: ¡no suelo conseguirlo!).

        4) En relación con la antropología cultural, yo no critico que RG no hiciera trabajo de campo. Mi desacuerdo principal con algunos girardianos es este: el hecho de que un determinado relato admita una interpretación mimética no prueba (y no lo digo en sentido positivista), no acredita que la interpretación mimética de la cultura) sea correcta. Entonces, o definimos criterios de validez de las interpretaciones –cosa harto difícil- o tendremos que movernos, mientras tanto, caso por caso. Y entonces yo pienso que en las interpretaciones girardianas hay de todo; unas mejores y otras peores. Me parece sumamente convincente, por ejemplo, la lectura expiatoria que hace RG de la cultura sacrificial azteca; o el enfoque mimético del libro de Clausewitz. En cambio, de la interpretación de Job solo me gustó el principio (los amigos como rivales); o me pareció muy traída por los pelos la interpretación que hace de los vedas en el libro que tradujo Clara Bonet. Llega un momento en que tengo la impresión de que el autor no cesa de repetirse a sí mismo. Y lo malo, a fin de cuentas, es que estamos hablando de si “me gusta” o “no me gusta” (como en internet).

        5) La tesis del origen violento de la cultura es ambiciosa, comprometida y, sin duda, “buena para pensar” –como la comida-. Pero sinceramente a mí (que leo a RG con sumo gusto e interés y con la simpatía del correligionario, y lo digo en sentido literal) no ha logrado convencerme. Una cosa es que muchas culturas tengan relatos sacrificiales que bien pueden interpretarse en términos de una rivalidad mimética y violenta, y que ello nos permita una comprensión nueva –en todo o en parte- del relato en cuestión, y otra muy distinta que, por ejemplo, Caín y Abel definan el ORIGEN de la cultura judía. Como poco, la tesis podría perfilarse más y, en mi opinión (solo es eso), someterse de mejor grado a los procedimientos de discusión y prueba que rigen en la academia.

        6) Al final, me temo que fui demasiado lacónico. Solo quise decir que el interés antropológico de RG llega también a la Antr. Filosófica (AF), aunque no sé si, más allá del punto local del deseo mimético, podría tener algún papel más en el diseño de esa disciplina (que también resulta problemática desde el punto de vista epistemólogico). Mencioné la pregunta “¿en qué consiste nuestra humanidad común?” porque, si se plantea en términos «autoreflexivos” (Tugendhat), es la que creo que debe o puede presidir la AF. He hablado de todo ello (más brevemente de RG) en http://revistas.um.es/daimon/article/view/190451.

        Saludos cordiales y, de nuevo, gracias. JvB

  2. Pingback: La distancia salvada: René Girard, in memoriam. | Las cosas ocultas desde la fundación del mundo

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