Solidaridad y Apocalipsis: Girard, Žižek y Cantalamesa.

Por David Atienza a 19 de abril de 2020

Parece que cada vez más entrada la primavera y más aplanada la curva de contagios, muertes y recuperaciones, comenzamos a mirar ‘al más allá’ de la cuarentena. Yo no sé si esto es del todo bueno pues al menos a mí me genera cierta ansiedad, como la del preso al que le cayeron x años y un día, ¡Maldito día! O como el hombre que espera los resultados de una biopsia para saber si tiene o no tiene un cáncer y se pregunta cómo será su vida o su muerte, ¿tendrá algún futuro?

En todo caso parece que es la hora de hacer conjeturas a pesar de que no tenemos ni la menor idea de lo que pasará. Es en este contexto de tensión por lo que nos espera ‘más allá’ he encontrado dos escritos interesantes por su antagónica similitud: la Homilía completa del padre Cantalamessa en la Pasión del Señor y el último libro de Slavoj Žižek, Pandemic! (2020) Mi sorpresa es que los dos manifiestan una total confianza en una providencia, bien sea divina o humana, pero en todo caso inesperada. Esta es para ambos, una pandemia que, aun siendo horrible, puede tener consecuencias positivas impredecibles (Žižek 2020, 67). Así, Cantalamesa nos invita a mirar no sólo “a las causas” en medio de una situación sin duda dramática, sino más bien a mirar a los efectos positivos. Para Slavoj el coronavirus nos puede salvar del Nacionalismo Populista y del Capitalismo Neoliberal y ofrecernos un Nuevo Comunismo. Para el padre Cantalamesa, nos está salvando ya del delirio de omnipotencia humana y podrá generar en el mundo una renovación espiritual.

Pero hay más puntos donde los dos pensadores coinciden. Cantalamesa observa que:

 “El otro fruto positivo de la presente crisis sanitaria es el sentimiento de solidaridad”,

e igualmente Slavoj subraya que:

“la amenaza de infección viral también ha dado un gran impulso a nuevas formas de solidaridad local y mundial” (La traducción es mía, p. 84).

Salvando las distancias metafísicas, teológicas y teleológicas, la Providencia y la providencia de ambos autores se encuentra en el dibujo de un nuevo amanecer tras el virus. A mí me gustaría mucho que así fuera, aunque personalmente prefiero el futuro que presenta padre Cantalamesa principalmente por mis convicciones existenciales y religiosas.

Sin embargo, hoy más que nunca me hubiera gustado leer la opinión de René Girard sobre esta crisis, pero nos dejó ya hace casi cinco años. Desde mi punto de vista, lejos de querer poner palabras en la boca de Girard, me parece que esta crisis es un ejemplo más que hace presente el carácter escatológico de nuestro tiempo. Y cuando me refiero a nuestro tiempo me refiero a los últimos 2000 años de historia.

La pasión de Cristo desencadenó el apocalipsis al desvelar el mecanismo religioso arcaico y su capacidad de exorcizar la violencia a través de la misma violencia. Cristo canceló la religiosidad arcaica, pero al mismo tiempo anunció el fin violento de la humanidad, desató el apocalipsis.[1] La verdad es que así dicho suena mal pero no tiene que ser negativo pues depende de nuestra libertad, es contingente y no necesario. El cristianismo nos invita a vivir plenamente en un tiempo escatológico, mirando al cielo. Nos transporta al pretorio y nos presenta cada día ante nosotros dos modelos: Cristo y Barrabas. Esto es, nos invita a imitar la justicia de la Cruz o la justicia de la espada.

La solidaridad como salvación, sin embargo, se me presenta paradójica desde un punto de vista mimético. La palabra viene del latin solidum y la RAE la define como “adhesión circunstancial a la causa o empresa de otros”, como unicidad de objetivos y por lo tanto de deseos, de modelos que nos permitan movernos en la misma dirección, sin fracturas, hacia un objetivo común. Así, desde un punto de vista mimético, la solidaridad nos puede lanzar paradójicamente hacia una unicidad destructiva si no se produce la conversión de cada hombre hacia la justicia de la Cruz que es más que solidaridad, es tolerancia. Pero esta tolerancia debe ser practicada como caridad, no como la gentil permisividad hacia las diferencias humanas y los pecadillos del otro, sino como la carga sobre nuestras espaldas de los pecados del otro, de sus culpas, el perdón absoluto y la acogida a costa de nuestra propia vida si así fuera necesario. El apocalipsis, sin embargo, parece inevitable, pues parece que contingentemente en nuestra libertad ya elegimos a Barrabas, es sólo cuestión de tiempo que llegue el fin, pero ¿quien quiere vivir por siempre en esta tierra sin ver el rostro de Dios cada día?

«El cristianismo siempre ha sabido que esta reconciliación era imposible: es por eso por lo que Cristo dijo que vino a traer la guerra, y no la paz. ¿Predijo el cristianismo su fracaso apocalíptico? Se puede argumentar razonablemente que sí lo hizo. Este fracaso no es más que el fin del mundo» (René Girard 2012, p.47, la traducción es mía).

[1] Este tema es recurrente en la polémica última obra de Girard, René. 2012. Battling to the End: Conversations with Benoit Chantre. Michigan State University Press.

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