¿Por qué me persigues? III

Por Ángel J. Barahona Plaza, el 16 de septiembre del 2015

Los Evangelios, sin embargo, revelan lo que los mitos y las ideologías (los mitos modernos) ocultan, y con ello inauguran el «katejón» es decir lo que San Pablo llama el tiempo intermedio antes de la venida de Cristo, que será precedida por una crisis sin precedentes, apocalíptica.

Estos perseguidos que huyen no saben que son inocentes: “algo habrán hecho», dicen los que corean a los asesinos como masa anónima y se lo han creído. Los acosadores “están en la verdad”, utilizan la única vía de reconstrucción del caos en el que se han visto envueltos y del que, a su vez, son inocentes, están ejecutando un a profilaxis inevitable: la expulsión del cáncer.

¿Entonces? ¿Podemos vivir con el tremendo descubrimiento de que nos sostiene una gran mentira, con el engaño sobre el origen de nuestra violencia…? Nos entretenemos con teorías sociales, políticas, interpretaciones de la interpretación, miramos para otro lado mientras con nuestras manos derramamos la sangre de víctimas inocentes.

La muerte de un niño en una playa de Turquía remueve nuestros corazones burgueses adormecidos por la molicie de la sociedad del bienestar…. Pero la vida sigue, poco más. Ya se encargarán los políticos de solucionarnos el entuerto. Zapeamos por la realidad. Cuando pasamos al lado de un lugar que huele mal aceleramos la marcha para no aguantar la peste nauseabunda. Mañana habrá otros asuntos de los que preocuparnos, para mantener nuestra conciencia ocupada.

¿Hipocresía, ignorancia, maldad? Veamos lo que dice la Revelación…

Perseguir, huir, acusar, culpabilizar, los verbos más usados de nuestros días, son las piezas de un método desvelado en los Evangelios.

Satán es el acusador, el mentiroso, el perseguidor. El fiscal (satán en griego), el Príncipe de la mentira, de la división, son los apelativos que le reserva Cristo. ¿Y los perseguidos?…. Empezábamos diciendo que negros y blancos que persiguen a blancos y negros, homosexuales y homófobos que persiguen a homófobos y homosexuales, machistas y feministas que persiguen a feministas y machistas, palestinos y judíos que persiguen a judíos y palestinos, mujeres, niños, cristianos, kurdos, caldeos toda esta larga lista de la historia… Ahora afirmamos: son todos Cristo, cuando son perseguidos y Satán cuando persiguen, pero no lo saben.

¿Saulo, Saulo, por qué me persigues? Es la frase que el autor de los Hechos de los apóstoles nos ha dejado para la historia de la humanidad. No una frase para la religión cristina. El Niño en la playa turca es Cristo, el caldeo masacrado es Cristo, la mujer maltratada es Cristo, el homosexual es Cristo, el cristiano perseguido es Cristo, y el perseguidor, el islam, la feminista radical, el homófobo y el gay militante, el cristianismo, los cristianos antisemitas también se pueden acoger al perdón de Cristo, porque es eso tan escandaloso lo que Cristo nos ha querido decir: que su sangre ha sido derramada por todos [1]. En las oscuridades de la humanidad siempre aparece la división, la acusación estereotipada, la justificación de la violencia en aras de una paz mayor, es el Satán. Satán, el fiscal, siempre dice, cuando vive dentro de mí: Satán es el otro, persíguelo, expúlsalo. 

El Padre de la Expulsión (Belcebú) nos hace creer que se puede expulsar a sí mismo. C. Lewis nos habló de sus permanentes disfraces, sutiles, inteligentes, el más notable es hacernos creer que no existe. El más burdo es pensar que Belcebú (la violencia originaria) se puede expulsar a si mismo con su misma violencia desatada. El Paráclito, el abogado defensor de las víctimas (siempre se olvida que si San Jerónimo no lo traduce del griego es porque quiere que se entienda el aspecto técnico, que en un juicio sobre la historia de los acontecimientos humanos tendrá el que haga de abogado defensor: el paráclito) dice: el inocente es el otro aunque me esté matando sin causa.

Ser perseguido es ser expulsado, ser expulsado es el viejo modo criminal de la humanidad de extirpar de su seno lo que considera el mal absoluto, que es la diferencia de color, de religión, de modo de vida, la irresistible envidia asesina, cainita. San esteban es el primer mártir que convierte en norma la profecía de Cristo. Apedreado a las afueras de las mil jerusalenes, representa la expulsión por excelencia. Los mitos ya lo apuntaban: Edipo es expulsado de Tebas, Xipetotec es arrojado por un despeñadero, lo mismo que intentaron los nazarenos con Cristo. La roca Tarpeya, la Acrópolis, los despeñaderos son un locus universal de la expulsión ritual.

Los que huyen e Siria, de Irak, y de algunas partes de África –hay de todo- pero lo que no cabe la menor duda es que la mayoría han sido “expulsados de la ciudad” por ser inocentes, por encarnar a Cristo, algunos sin saberlo. Y los que los persiguen son Satán, pero no lo saben, por tanto son inocentes. Actúan por mimesis, “no saben lo que hacen”. Han elegido a un chivo expiatorio, es el camino más fácil. Occidente solo puede poner parches a una situación que es antropológica, no una contingencia histórica. Haber erradicado de nuestro sistema de interpretación del mundo al cristianismo es una pérdida trágica, terrible, porque mientras unos crean que los culpables son los otros, no habrá reconciliación, no se dará la verdadera revolución que la humanidad está esperando mientras gime con dolores de parto. Pensar en el otro como otro Cristo no es lo mismo que pensar que “el infierno son los otros”. Sí, señores filósofos, periodistas e historiadores postmodernos, dejen de pensar el cristianismo desde la perspectiva trasnochada de la manipulación sufrida por el humus bárbaro-pagano medieval que nunca logró erradicar. El hábito no hace al monje. Y miren al cristianismo como lo que es: la única posibilidad de que haya mundo futuro. Es un trato sórdido pero no hay alternativas: o nos reconciliamos, aprendemos a ver al otro como un hermano, como otro Cristo, como él enseño a mirarse a los hombres, o nos espera la nada.


[1] Cristiano antisemita es un oxímoron, porque o no es cristiano o no puede ser perseguidor. Aunque para hablar del tópico del cristianismo perseguidor hay que remontarse muy atrás en la historia de la cultura, y no hacer diferencia entre cristianismo y cultura pseudo-cristiana, algo que parece hacer revivir el Satán para crear la confusión. Es, por tanto, un tópico recurrente de la posmodernidad identificar al cristianismo con una clase de ideología religiosa (cierto cristianismo mal mal vivido en una cultura siempre pagano-bárbara mal evangelizada o barnizada de ritos cristianos).

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