Lo de Londres, lo de África, lo del Noruego y lo de Madrid
Por Ángel Barahona Plaza
Todos los sucesos necesitan una teoría que los interprete. Este es uno de los puntos débiles del naturalismo… Si es consecuente en este caos de lo social –no menor que el de las ciencias naturales- todo sucede porque sucede, sin explicación racional, de manera casual, sin más perspectivas de comprensión que la regularidad. Desde Hume venimos creyendo esto pero sin ser consecuentes.
El puro empiricismo no nos puede decir otra cosa. Los sucesos del mundo no tienen nexos causales explicativos, son aleatorios, y lo único que nos permite sospechar un orden es su repetición, su machacona y contumaz regularidad, pero tampoco tenemos garantías de que ese conato de orden permanezca o se estabilice para siempre, para que se pueda convertir en ley científica. Esto es así para la genética, la neurociencia, la física, y hasta la economía, la historia, etc. –fíjense en donde pongo el “hasta”-. El protagonista shakespeariano tenía razón: la historia es el relato de un loco lleno de furia y de rabia, o, tal vez, como Chesterton nos quiere decir en el pasaje del Padre Brown en el que un pobre loco se encuentra atado a un árbol en medio de una tormenta… todo forme parte de una teoría, de la que no sepamos encontrar las claves.
Aquí los naturalistas, materialistas, marxistas, positivistas, no son coherentes… porque tendrían que decir lo que he dicho al principio y callar para siempre. Pero no. Dan explicaciones de todo tipo. Casi todo lo que dicen es en parte verdad, pero sólo en una pequeña parte: que si el malestar del desarraigo, que si las desigualdades económicas, que si el efecto de la educación multicultural fracasada, etc., etc. Pero creo sinceramente en que no deberían decir nada puesto que el materialismo coherente debería no incluir ningún criterio racional en los sucesos del mundo. En cuanto crean en un criterio racional se les va a colar el monstruo divino y van a tener un problema, o nos van a matar a todos para ajustarnos a su concepción inequívoca del mundo..
Se pueden esgrimir algunos argumentos. No pretendo, argumentando a la contra, la racionalización absoluta, pero sí creo que es fácil encontrar unas razones plausibles que pongan un poco de orden.
Estamos últimamente viendo que hay terroristas de cultura occidental, que el Efecto dominó…» href=»http://xiphiasgladius.wordpress.com/2011/02/15/efecto-domino/»>efecto dominó ha llevado a una oleada o cadena de movimientos juveniles en el Norte de África. Que los jóvenes quedan en la puerta del Sol para protestar indignados por no sé qué situación – el motivo es lo de menos – para incoar algaradas multitudinarias, como quedan en la Estación Central de Nueva York para bailar a lo Michael Jackson o montan un flash mob en cualquier lado vestidos a lo Elvis o de Bola de Dragón.
No hace falta leer a René Girard (El origen de la cultura, Trotta) y a Jean Pierre Dupuy (El pánico, Gedisa), o a Elías Canetti (Masa y poder, Galaxia Gutenberg), para entender que se trata de un juego mimético. Sí, existe una ley, no sólo una regularidad. Los jóvenes de la sociedad de masas imitan. La imitación, antes que la racionalidad, es constitutivamente lo más humano de lo humano. Es una pena que a los materialistas sólo les atraiga de esta teoría el descubrimiento –de corte naturalista- de las neuronas espejo. El ser humano imita cualquier gesto que pueda sugerir que el modelo, el líder, ha encontrado un sentido direccional a la acción en medio del caos que nos da vértigo. ¡Hay que seguirle de inmediato! Cuando se ve que esa oferta de salvación es como todas: efímera, puntual, y que arrastra irremediablemente al caos y a la violencia… ya es demasiado tarde. Entonces los analistas y el gobierno buscan una causa culpable… Debaten, dirimen, discriminan, diseccionan, toman medidas…
La economía, la educación y vuelta a empezar hasta el próximo movimiento flash mob, crowd, de masa anodina. Hay una racional racionalidad en la masa: el hombre imita a su hermano. Es verdad, aquí la contribución del marxismo es oportuna: la desigualdad de clases, el convivir con un vecino al que la vida le va bien, la multicultural vivencia de la injusticia por cuestiones de raza, nacimiento… ¡Qué va, que no pretenda tamaña originalidad! El marxismo es la enésima versión del Génesis: la envidia es mimética.
Tal vez Nietzsche nos lo explique: los esclavos se rebelan, los últimos hombres llenos de lujuria, de deseo de poseer el poder de los señores, el resentimiento… ¡Qué va, el hijo del pastor protestante, Nietzsche, sólo bebe de la misma fuente que el hijo del judío mal convertido: el Génesis! Los hombres, que han matado a Dios, se envidian y rivalizan hasta importarles nada la vida del otro. Los dioses se matan entre ellos, se odian, resienten una y otra vez que el azar-destino-fatum les ha tratado mal. Si fueran consecuentes con su propia teoría…, como no lo son, siguen imputando a Dios la culpa de su mal, pero como lo que tienen de él a mano son los creyentes…- se manifiestan contra él asediando a los cristianos. Nuestro problema consiste simplemente en que todavía creemos en una razón para entender el caos, en que el sufrimiento tiene un escandaloso sentido, que la libertad reporta injusticia pero la genial posibilidad de neutralizarla juntos, que la causa de todo los males es la envidia mimética.
Algunos se quemaron intentando comprobar que no había regularidad causal en el fuego (muertos, heridos, encarcelados), pero da igual, de inmediato buscamos otro modelo digno de ser imitado. Luego los medios se encargan de extender como la pólvora la sugestión. No pasa nada, mañana habrá otra genial idea para imitar que nos saque del aburrimiento.
Lo malo que se empieza a repetir mucho la regularidad de que los retrógrados que “todavía creen” tienen la culpa de algo…
¿Qué tendrá que ver Londres, con el Noruego, con el Norte de África, con las protestas por la visita del Papa? Nada, pero son los falsos protagonistas los que se empeñan en la teoría: economía, desigualdad, injusticia, política… la derecha, la religión. La izquierda posee la verdad: la culpa siempre la tiene el otro.
A nosotros nos posee ella, y nos dejamos poseer: todo está escrito. No estoy hablando de religión, ni de sobrenaturalismo. Es muy sencillo, se encuentra en el Génesis (J-M Oughourlian, La génesis del deseo): envidia de tener un modelo realmente digno y coherente, envidia de tener esperanza fundada, envidia de que a mi hermano le caiga mejor la chaqueta, genera en mi hermano –al que amaré aunque me mate- resentimiento, malestar en él y en su cultura. Y el final también lo sabemos: nuestra propia teoría dice que en cada generación hay que elegir. Si se rechaza a Cristo tienes a Barrabás, el hijo de la violencia. La historia es muy sencilla, creemos nuestra propia teoría, no vale nada, pero es que es tan predictiva. Caín, tu hermano no tiene nada contra ti, ni tiene la culpar de tus males. ¡Déjale en paz, hijo mío!