Coronavirus y violencia indiferenciada:
El Mito del Origen del Coronavirus de Wuhan (Covid-19)

 26 de febrero de 2020

The-plague-doctor-German-woodcut-1650s-Courtesy-of-the-National-Library-of-MedicineLas plagas han sido siempre en el imaginario cultural un símbolo de la violencia indiferenciada. Todos por igual, ricos, pobres, lideres del Partido Comunista Chino, cajeros en el supermercado, alemanes, italianos y catalanes sean independentistas o no, iraníes y americanos, madres, padres e hijos, son posibles víctimas y posibles portadores de la violencia letal que el virus encarna. Nadie esta seguro, ni siquiera detrás de una mascara que oculta el rictus de espanto y que sólo permite ver unos ojos que sospechan de todo. La violencia se “contagia”, se extiende, asume múltiples formas, muta, y es invisible hasta que golpea con virulencia.

Rene Girard explica la génesis y función del mecanismo del chivo expiatorio en su extenso análisis del mito de Edipo Rey de Sófocles en uno de sus libros programáticos: La violencia y lo sagrado.[1] La peste que asola Tebas, imagen de la violencia y del caos que amenaza la sociedad y la vida, es exorcizada con el asesinato/expulsión de Edipo. Los tebanos se curan de la peste/violencia cuando adoptan al unísono una única versión del mito de origen de la crisis y, por lo tanto, de su resolución. Es necesario estar convencidos de la culpabilidad de Edipo, del extranjero. Este, venido de fuera, introdujo la violencia que nos asola y, por lo tanto, la cura sólo puede producirse con la expulsión/sacrificio del extranjero que es el portador de los gérmenes, el paciente 1.

Algunos llaman a la cordura. Es verdad que han muerto 2700 personas en los últimos meses por el coronavirus, pero casi 4.000 personas se suicidaros en España el año pasado y en 2017 unos 50.000 seres humanos se quitaros la vida en EE. UU.  según datos oficiales. 70.200 personas perdieron la vida por sobredosis en éste mismo país el año pasado y miles mueren a diario por cáncer, SIDA, apendicitis, malaria, y por supuesto, por otros virus menos molones. Cada día mueren en el mundo unas 150,000 personas. Y sin embargo, estos datos no consiguen transmitir tranquilidad a las naciones. 

¿Por qué? Porque el mito se está consolidando rápidamente ayudado por el gran susurrador: Internet. Y, ¿cuál es el mito? Evidentemente es un mito de origen, pero del origen del mal, de la violencia: El mito de origen del coronavirus de Wuhan (covid-19).

En los bares y en las sobremesas se comentan las perversiones anti-natura que debieron los chinos practicar para que un virus animal se transmitiera a los humanos. O quizás puede ser un virus manufacturado que persigue un malvado interés político/económico/militar. Puede ser que se escapara de un laboratorio secreto o quizás lo dejaron salir. ¿Están los rusos detrás de todo esto o es la CIA? Y si no, ¿por qué tanto miedo? ¿Qué fuerzas maléficas se esconden detrás de estas desaforadas muestras de seguridad de las fuerzas del estado? Internet globaliza las acusaciones y las hace uniformes en pocos días y la violencia y la sensación de inseguridad se incrementa. Todos apuntan a China y China acusa a EEUU. En Europa nos dan miedo los italianos –del norte– y los iraníes dan doble ansiedad. En Guam, donde yo vivo, algunos se cambian de acera cuando se les acerca un coreano… por si acaso, y aun así son la primera fuente de ingresos por turismo.

¿Qué sucederá en los próximos meses? ¿Cómo crecerá la violencia y cómo se manifestará? ¿Qué consecuencias tendrá la crisis económica que se está gestando en el mundo? ¿A quién se va a culpar? La verdad es que esto da mas miedo que el coronavirus en sí y creo que la única solución pasa por desmitificar la violencia y sobre todo su origen. Es preciso asumirla como nuestra, porque todos la hemos creado, aunque esto implique que muchos sufran fiebre y tos, otros algo más y para algunos sea devastador. Y sin embargo al final del día, es triste pero cierto que el coronavirus da más miedo porque no es una enfermedad sólo de los pobres. Bienvenidos occidentales al mundo real, al de la precariedad.

[1] Girard, René. La violence et le sacré. Paris: B. Grasset, 1972. Version en castellano: Girard, René. La violencia y lo sagrado. Barcelona: Editorial Anagrama, 1983.

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