En un mundo violento (5 y conclusión)

Por Ángel J. Barahona Plaza, 3 de diciembre de 2014.

En un mundo como el que hemos descrito, puede que el Siervo de YHVH sea algo más que una feliz idea teológica: tal vez, como nos dice Girard, sea una sórdida alternativa o quizás la única: o nos reconciliamos tal como nos proponen los Evangelios, o desaparecemos. En un mundo en el que la violencia parece “ir a los extremos”, como afirmaba Clausewitz en Das war, la historia nos tiene acostumbrados a que una vez que se desata la violencia por parte de alguien que cree que sus razones le legitiman para el ataque, la respuesta del otro no se deja esperar, incrementa el potencial de violencia de manera exponencial. Tal vez cuando se trataba de guerras controladas o de ejércitos enfrentados con nobleza en un campo de batalla abierto y definido hubiese alguna posibilidad de acuerdo antes de la mutua destrucción. Tal vez pudiesen abrigarse esperanzas de la rendición del contrario por la victoria pero ahora lo que sucede es que, en esta escalada de violencia, lo que se presenta como futuro probable es un desastre nuclear. De aquí que la historia prenunciada por los evangelios, que nos advierten una posibilidad conflagración final, sea algo digno de ser tenido en cuenta. Es cierto que la apocalíptica no habla solamente de destrucción sino de la revelación de las cosas que han de suceder en un último intento de llamarnos a conversión, pero cada vez es más claro que el potencial de suceso de aquello que anuncia el Evangelio es más real, dado que la posibilidad de destrucción está en manos de gente sin garantías de autocontrol en situaciones de estrés y conflicto.

La iglesia tiene un papel también preanunciado por el Evangelio de completar lo que falta la pasión Cristo, encarnación del Siervo de YHVH. Es por esto por lo que en los últimos acontecimientos está siempre en el candelero siendo señalada como retrograda, denunciada como antisocial porque no es entendido su mensaje: parece que va contracorriente y por esto está siendo reconducida por los  medios como la “mosca molesta que hace despertar la conciencia dormida” hacia la imagen hacia el chivo expiatorio.

Las lecturas de la misa del 20 de noviembre han sido explícitas: Apocalipsis (5,1-10):

Yo, Juan, a la derecha del que estaba sentado en el trono vi un rollo escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso, gritando a grandes voces: «¿Quién es digno de abrir el rollo y soltar sus sellos?»

Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el rollo y ver su contenido. Yo lloraba mucho, porque no se encontró a nadie digno de abrir el rollo y de ver su contenido.

Pero uno de los ancianos me dijo: «No llores más. Sábete que ha vencido el león de la tribu de Judá, el vástago de David, y que puede abrir el rollo y sus siete sellos.»

Entonces vi delante del trono, rodeado por los seres vivientes y los ancianos, a un Cordero en pie; se notaba que lo hablan degollado, y tenía siete cuernos y siete ojos –son los siete espíritus que Dios ha enviado a toda la tierra–. El Cordero se acercó, y el que estaba sentado en el trono le dio el libro con la mano derecha. Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante él; tenían cítaras y copas de oro llenas de perfume –son las oraciones de los santos–.

Y entonaron un cántico nuevo: «Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes, y reinan sobre la tierra.»

Cristo es ese Siervo de YHVH, ese cordero degollado. Como dice Vitorino de Pettau, el “león para vencer, se hace cordero para sufrir”. En el siglo IV los cristianos estaban siendo perseguidos por Diocleciano con la misma saña que lo están siendo los cristianos en Siria y en Irak, y en todas partes, que marca el destino de la revelación. San Lucas (19,41-44) describe la situación de Israel hoy tras los atentados de Jerusalén del día 19 de noviembre, pero nos hace una pregunta:

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: «¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida.»

¿Qué es lo que conduce a la paz? ¿Y de qué paz está hablando?… esta es la pregunta a la que el libro El Siervo de YHWH. Una ciencia de la violencia intenta responder.

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