Cristo y el "Dios-Cultura"

Por David Atienza de Frutos, 11 de mayo de 2012

El cristianismo no es una cultura. Desde mi punto de vista no es lícito técnicamente hablar de ‘cultura cristiana’, aunque se haga de manera metonímica, sino que se debería hablar de culturas atravesadas por Cristo. Como el fruto del sicomoro que punzado madura y se endulza, así toda cultura atravesada por el amor de Cristo se purifica y se hace más humana, poniéndose al servicio del hombre, manteniendo al mismo tiempo su idiosincrasia legítima. Comparto con René Girard la teoría de que todas las instituciones culturales poseen un origen religioso enraizado en la violencia mimética y en el sacrificio de una víctima propiciatoria, y no son fruto de un ‘contrato social’ pseudo-racional o pseudo-inconsciente. Las instituciones y prácticas culturales contienen la violencia a través de la violencia. La cortesía, las reglas de parentesco, los tabúes, las prácticas religiosas, las instituciones políticas, las danzas, los mitos o los rituales tratan de generar agresivos cortafuegos a la explosión violenta que puede originar el deseo mimético.

Por ejemplo en Micronesia, donde vivo desde hace seis años, la adopción es una práctica intensa y diferente a muchos otros lugares. En algunas de sus islas, más del 60 por ciento de la población ha sido intercambiada en adopción entre familiares que viven en la misma isla o en otras más alejadas. Esta práctica cultural genera una amplia red de parentesco ficticio que sin duda favorece la reciprocidad entre islas, ya que a pesar de que la adopción es efectiva, estos niños y niñas no pierden totalmente las obligaciones con sus padres y hermanos biológicos. La lectura funcional y materialista de este fenómeno es evidente: cuando un desastre natural golpea tu isla, tener hijos dados en adopción en islas vecinas que no hayan sufrido los mismos daños puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. ¡Qué hermoso! ¿no?

Belsechel tiene casi sesenta años y es de la isla de Ulul (Chuuk, FSM), una isla situada en la profundidad del Pacífico de apenas cinco kilómetros de longitud y de un kilometro en su  zona mas ancha. Inmigró a Guam hace algunos años buscando una mejor educación y más oportunidades para sus hijos. Como muchos otros, no creció con sus padres biológicos sino con una tía que la adoptó siendo niña. Del mismo modo, de sus tres hijos uno es adoptado y ella misma ha dado en adopción a uno de sus hijos biológicos. Cuando habla de ello se entristece por que siempre se preguntó por qué su madre la dio en adopción a ella y no a otro de sus hermanos, pensando que quizás su madre la quiso menos, y sobre todo, sus ojos se llenan de lágrimas cuando piensa en el hijo que dio en adopción pues ‘si tu madre o una tía mayor te piden un hijo no hay opciones, debes dárselo; es nuestra cultura’ –me decía.

Mi lectura de este fenómeno difiere de la propuesta por la escuela funcionalista. No es un recurso desarrollado inconscientemente para cubrir necesidades psico-biológicas básicas, sino que a través del reparto y adopción obligada de niños y niñas se evita la envidia y la violencia que podría suscitar el acceso irregular a uno de los recursos más importantes para la supervivencia en las islas, los hijos. Igual que el matrimonio regula el intercambio de mujeres como bienes, la adopción regula el intercambio de vástagos. Pero, ¿qué sucedería si la redistribución no fuera forzada y se instalase la Caridad en medio de los hombres? ¿Qué necesidad habría de arrancar a un niño de pecho del seno de su madre? ¿Qué pasaría si se asistiera a los damnificados por un desastre natural sin reservas y por puro amor y compasión? ¿Qué pasaría si no se codiciasen los bienes del otro? Si el Espíritu de resucitado atravesase los corazones de los hombres, la cultura tal y como la conocemos cambiaría, se haría mas dulce.

Sin embargo, lo que encontramos todavía en muchas universidades occidentales es una visión romántica e ingenua de la cultura, una ‘idolatrización’ o divinización absoluta como si la salvación del hombre dependiese de la no-contaminación cristiana, de mantenerse en un estado “natural”. Este fenómeno antiguo se ha actualizado en la antropología y en la sociología occidental durante el último siglo. Lo super-orgánico de Kroeber o la estructura Lévi-Straussiana terminan por tomar vida propia e independizarse de sus creadores reclamando su origen trascendente y divino. En nombre de este Dios-Cultura algunos niegan el derecho de los pueblos a escuchar el anuncio de Cristo que sin duda endulzaría sus estructuras o sistemas culturales, y por lo tanto su vida. Es cierto que a Cristo se le propone y no se le puede imponer como en algunas ocasiones se ha hecho, pero esto no disminuye el derecho de todo hombre a escuchar la Buena Nueva, liberadora y redentora para todo hombre, pueblo, raza o nación.

¿Es por lo tanto lícito evangelizar la China o los pueblos indígenas de la Amazonia o de Nueva Guinea? No sólo es lícito sino que es un derecho de todo hombre y mujer. La visión neo-romántica hacia las culturas indígenas daña al hombre si impide su encuentro con Cristo, y el Príncipe de este mundo está empeñado en que esto suceda. ¡Ay de mí si no anunciare el evangelio! (1 Cor, 9: 16) gritaba San Pablo, por que Cristo no es un azucarillo que endulza una medicina amarga que te arregla el corazón pero te estropea el hígado. Cristo cambia la estructura molecular del fármaco. Lo hace todo nuevo. !Ojalá que la Iglesia nunca pierda el celo por anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado!

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6 comentarios en “Cristo y el ‘Dios-Cultura’”

  1. Bosco Corrales Trillo

    Comparto con David Atienza la aversión a la ideologización de la cultura. No es otra cosa que la ya clásica actitud postmoderna de cargarse los absolutos tradicionales para sustituirlos por la absolutización de lo relativo. Dicho en lenguaje religioso judeocristiano, no es otra cosa que una forma de idolatría.
    En cambio, no estoy en absoluto de acuerdo con que la cultura tenga su origen en la violencia. El enfoque de Hegel me parece mucho apropiado al considerar la cultura como una concreción del espíritu humano en la historia. No comulgo en modo alguno con el idealismo hegeliano, pero creo que esta definición de cultura es mucho más adecuada que la girardiana, tal y como es presentada aquí. Confieso que soy un casi perfecto ignorante en cuanto a la filosofía de René Girard, de modo que mi comentario no se dirige a ella, sino a su retrato en este artículo. El hombre es una unidad indesligable de cuerpo y alma espiritual y en virtud de su espíritu es capaz de conocer la verdad, la belleza y el bien. Las grandes producciones culturales de la historia son fruto de esta capacidad humana. Las obras de arte no son fruto de la violencia, sino del espíritu del hombre plasmando la belleza que conoce. Los sistemas de pensamiento son fruto de la búsqueda de la verdad. Las instituciones como el derecho, la polis, la familia, etc., son consecuencia del carácter esencialmente relacional del hombre, que está hecho para amar y ser amado. Las religiones nacen de la sed de Dios inscrita en el corazón de todo hombre.
    Ahora bien, el pecado original, que se convierte en una segunda naturaleza humana, daña profundamente el espíritu del hombre, haciendo que se éste se mueva por egoísmo y esto deja una huella de maldad y violencia en todas las culturas desde su nacimiento. Sin embargo, la violencia no es la raíz de la cultura, sino un mal sobrevenido a la cultura, como el pecado original no es la raíz de la naturaleza humana, sino un mal sobrevenido a ella que se convierte en un “habito entitativo”, por usar terminología tomista. Por ello, en mi opinión, decir que la cultura nace de la violencia equivale a decir que el pecado original corrompió completamente la naturaleza humana. ¡Craso error! El pecado es un advenedizo que oscurece, distorsiona, pervierte la naturaleza huma, pero no la define. El mal no pertenece al ser, sino que surge de una fuente subordinada afectándolo profundamente.
    En consecuencia, considero que la visión girardiana aquí presentada es una caricatura de la cultura, una percepción sesgada y pesimista de la misma. Por otro lado, creo que es perfectamente adecuado hablar de una “cultura cristiana”, ya que el cristiano tiene un espíritu muy concreto, que se manifiesta en nuevo modo de vivir y por lo tanto en expresiones culturales muy concretas que bien podrían llamarse “cultura cristiana”. Hay un arte cristiano, una filosofía cristiana, una familia cristiana, un modo cristiano de vivir en sociedad, de concebir el derecho y la política, etc.
    Por último, no podría estar más de acuerdo con el Sr. Atienza en lo tocante a la segunda parte de su artículo: la imperiosa necesidad y urgencia de la evangelización. Precisamente a causa del pecado, las culturas, nacidas de la bondad natural del hombre creado a imagen y semejanza de Dios pero profundamente dañado por el pecado, necesitan ser redimidas al igual que cada hombre. Toda cultura tiene componentes estructurales de violencia y egoísmo y algunas más que otras. Por eso la cultura tiene la capacidad de engrandecer al hombre a la vez que puede abocarlo a la depravación y la destrucción. Hago mía la exclamación de Pablo en comunión con David Atienza: ¡Ay de mí si no anunciase el evangelio!

  2. Estimado Sr. Bosco,
    Agradezco su aportación e interés.
    En primer lugar permítame excusar a Girard pues sin duda mi reducción de la teoría Girardiana expuesta en esta entrada puede llevar a error debido a su parquedad y debo decir que es exclusivamente mía: asumo la responsabilidad, sin embargo lo he hecho así por motivos de espacio y concreción, le ruego me disculpe. En Segundo lugar creo que nuestro dialogo parte de dos conceptos diferentes de cultura. Usted entiende cultura como ARTE – la Cultura con mayúscula poseída y generada por la gente culta de una sociedad concreta, frente a las personas ‘incultas’-, mientras que debido a mi formación antropológica yo me refiero aquí a la cultura como el sistema simbólico y hermenéutico que da sentido y descifra la existencia humana en sus funciones más básicas y en este caso podemos decir que todo miembro de una sociedad concreta tiene una cultura. Dicho esto es preciso apuntar algunas ideas:
    Primero, Hegel habla desde una cultura ya atravesada por Cristo lo que me hace dudar de su validez como elemento crítico para traerlo a colación y le agradecería que aportara ejemplos etnográficos.
    Segundo, respecto a su comentario que reza: “Las instituciones como el derecho, la polis, la familia, etc., son consecuencia del carácter esencialmente relacional del hombre, que está hecho para amar y ser amado. Las religiones nacen de la sed de Dios inscrita en el corazón de todo hombre”, debo diferir, ya que sí es cierto que el hombre es un ser relacional pero esta relación se concretiza bien a través de una mímesis positiva (amor o caridad), o bien por una mímesis de apropiación. Esta última forma de mímesis es la que genera el estado o la polis, el derecho, o la familia no atravesada por Cristo y por lo tanto sustentada por lo sagrado en el sentido Girardiano y solo se mantiene por la generación de tabúes contra el incesto, por ejemplo, y de otras muchas normas muchas veces asfixiantes. No obstante la mimesis positiva como posibilidad existe en todo hombre y se manifiesta también en toda cultura pero parece que normalmente de manera más velada.
    Es en la tradición judeo-cristiana y en otras tradiciones donde Dios se ha manifestado de alguna manera, donde la familia, el matrimonio y las demás instituciones comienzan a ‘dulcificarse’. ¿Se puede hablar por lo tanto de familia cristiana, cultura cristiana, etc.? Por poder, se puede, pero como digo no hay que confundir realidades diversas por naturaleza y hay que tener cuidado de no caer en la reducción de Cristo a una cultura ya que esto implicaría que evangelizar sería no más que cambiar una cultura por otra y es aquí donde viene el problema. El anuncio de Cristo no viene a intercambiar culturas y a “uniformizar’ sino que respetando los sistemas culturales en los que se anuncia, comienza a transformarlos desde dentro generando una diversidad cultural atravesada toda ella por el Amor de Dios. No se trata de exportar un modelo cultural sino de dejar que cada cultura evolucione con Cristo de la manera que sea. Quizás el resultado sea el mismo pero la aproximación al problema no lo es. El Espíritu Santo crea comunión respetando la diferencia.

    1. Bosco Corrales Trillo

      Estimado David:
      Gracias por tu extensa respuesta a mi comentario. Creo que la nuestra es una discusión muy interesante porque guarda relación directa tanto con el grave problema actual de la ideologización de la cultura y el consecuente relativismo culturalista por un lado, como con cuestiones de profundo calado metafísico que es menester dilucidar so pena de caer en errores importantes.
      Permíteme empezar aclarando algunas cuestiones. En primer lugar quisiera precisar el concepto de cultura que manejaba en mi anterior comentario. No me refería a la cultura exclusivamente como arte, sino que indicaba otros elementos como los sistemas de pensamiento, el derecho, la política, la estructura familiar y la religión. En suma, me refería a la cultura como “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” (acepción 3 en el diccionario de la RAE). Es un concepto amplísimo, es verdad, pero precisamente por ello, el concepto que tú manejas –“sistema simbólico y hermenéutico que da sentido y descifra la existencia humana en sus funciones más básicas”- podría considerarse una precisión particular de este concepto general. En cualquier caso, no creo que estemos hablando de dos conceptos distintos, sino de dos acepciones perfectamente compatibles.
      En segundo lugar, citaba a Hegel simplemente por hacer honor al autor del concepto, sin afiliarme en modo alguno a su filosofía. Como tú bien sabes, un concepto, una vez acuñado, se independiza de su autor y se convierte en una realidad disponible para cualquier otra persona en cualquier otro contexto. El hecho de que Hegel fuera miembro de una cultura de raíces cristianas, no afecta un ápice a la validez del concepto de cultura en cuestión. También Girard es miembro de esa cultura y mucho más cristiano que Hegel, si es que puede decirse que Hegel fuera cristiano, cosa que no creo que pueda hacerse en el sentido estricto del término “cristiano”. Tú y yo somos cristianos, y eso no invalida nuestras reflexiones sobre la cultura en general. Bueno, si es que puede decirse que tú y yo somos cristianos. Dejemos a otros este juicio.
      Vayamos ahora al meollo de la cuestión, es decir, la raíz de la cultura. Mi principal crítica a tu artículo –que por lo demás me parece muy agudo y con un contenido de gran importancia- se refiere a la frase: “todas las instituciones culturales poseen un origen religioso enraizado en la violencia mimética y en el sacrificio de una víctima propiciatoria”. Esta proposición tiene, a mi modo de ver, un significado de carácter metafísico que sitúa a la violencia como fuente de “toda” cultura, como condición de posibilidad de la misma y por tanto como su origen a nivel trascendental. Esto, a mi juicio, no corresponde a la realidad completa del el hombre, sino que constituye una visión parcial, sesgada y de corte pesimista, pues tomas un elemento estructural de toda cultura particular y lo conviertes en la raíz de “toda” cultura, de la cultura como tal. Además, esta confusión lleva irremediablemente a una especie de “demonización” de la cultura: la cultura no es otra cosa que violencia contra violencia. Coincido en que todas las culturas están llenas de elementos de violencia que oprimen y esclavizan a sus miembros. Me inclino incluso a pensar, como tú, que muchísimas instituciones culturales tienen su origen inmediato en la violencia –reconozco que en el ámbito de la antropología cultural tengo aún mucho que aprender, o mejor, casi todo -. Lo que considero un grave error es afirmar que la cultura como tal tiene su raíz en la violencia. La cultura es, por ejemplo, el lenguaje y éste no es fruto de la violencia, sino de la capacidad intelectual humana. El hecho religioso, como decía, es fruto de la sed de Dios que experimenta el corazón de todo hombre por naturaleza; otra cosa es que las instituciones religiosas concretas estén cargadas de violencia, lo cual no discuto. Pero el hecho de que muchos ritos, creencias y mitos tengan un carácter violento o incluso que hayan nacido de una situación de violencia, no convierte a la violencia en la raíz de la religión. Y así, podríamos seguir con las distintas instituciones culturales. Creo que en el fono estamos de acuerdo, solo que es necesario matizar el significado de la frase de tu artículo que cito más arriba. En metafísica, distinciones terminológicas aparentemente fútiles, llegan a la larga a enteros sistemas de pensamiento distintos e incluso opuestos. No creo que sea una cuestión baladí, precisar que cuando hablamos de la violencia como raíz de la cultura, nos referimos a la causa inmediata de muchas instituciones culturales particulares y a una clave hermenéutica crucial a la hora de entender las distintas culturas, no a que la cultura como tal no es otra cosa que un fruto de la violencia que genera más violencia. La raíz de la cultura es, insisto, la capacidad humana para inteligir la realidad y crear un sistema interpretativo de la misma. Esto es algo sumamente positivo y hace que la cultura sea un bien a valorar y preservar. Ahora bien, el espíritu humano está dañado (radicalmente?) por la violencia y por ello las culturas tienen, desde su mismo origen, un elemento estructural de violencia que hace necesaria su purificación so pena de convertirse en sistemas opresivos para sus miembros.
      Mi segunda crítica a tu artículo se refería a si se puede hablar o no con propiedad de “cultura cristiana”. A mi entender, hablar de cultura cristiana no supone reducir a Cristo a una cultura. No podría estar más de acuerdo con lo que dices: “hay que tener cuidado de no caer en la reducción de Cristo a una cultura ya que esto implicaría que evangelizar sería no más que cambiar una cultura por otra y es aquí donde viene el problema. El anuncio de Cristo no viene a intercambiar culturas y a ‘uniformizar’ sino que respetando los sistemas culturales en los que se anuncia, comienza a transformarlos desde dentro generando una diversidad cultural atravesada toda ella por el Amor de Dios. No se trata de exportar un modelo cultural sino de dejar que cada cultura evolucione con Cristo de la manera que sea. Quizás el resultado sea el mismo pero la aproximación al problema no lo es. El Espíritu Santo crea comunión respetando la diferencia”. Esto implica que hay elementos buenos en las culturas y que deben ser respetados por el valor que tienen. Así pues, no es posible que la cultura sea toda ella fruto de la violencia, sino que hay una raíz más profunda pero dañada. Por ello hay elementos buenos y malos en las culturas y por eso las culturas se pueden purificar. Un cáncer no se puede purificar porque es todo el malo por ser fruto de una corrupción de las células por así decir. Un cáncer no puede purificarse, sólo extirparse, eliminarse. Las culturas, por el contrario deben ser “atravesadas” para ser “transformadas desde dentro”, no eliminadas o sustituidas.
      Volviendo a la expresión “cultura cristiana”. Creo que se puede usar con propiedad, pero tienes razón en decir que hay que precisar muy bien su significado. Desde luego, se puede hablar de “cultura cristiana” cuando hablamos del arte cristiano, de la religión cristiana, de la filosofía de inspiración cristiana, de un modo de entender la familia, la sociedad, el Estado, el cosmos, la relación del hombre con la naturaleza, la muerte, etc. Sin embargo, admito que la expresión resulta equívoca y puede llevar a consecuencias funestas para el anuncio del evangelio. De hecho, no sería la primera vez que eso sucede. Por lo tanto, creo que, aunque puede hablarse con propiedad de “cultura cristiana”, estás en lo cierto en decir que quizá sería mejor no hacerlo, sino hablar de “culturas atravesadas por Cristo” o simplemente de “culturas cristianizadas”. A este respecto, recomiendo vivamente la lectura del artículo de Mario Ángel Flores Ramos, “Cultura cristiana”, en http://www.mercaba.org/FICHAS/FE/632-11.htm. Es muy breve y da en el clavo de la cuestión. Esta es una cuestión que da mucho de sí y sería conveniente investigar a fondo. Lo dejo aquí de momento.
      Gracias por vuestro blog.

  3. No me voy a resistir a hacer un eco a estas palabras de Bosco y David. Como ya te dije , Bosco, en Porto San Giorgio yo soy Girardiano avant la lettre y no puedo mas que coincidir con David en su exposición, es cierto que en Girard alguna terminología puede llevar a equívocos y que tiene sus códigos propios ( de eso me parece que todos entendemos, los neocat) El orden del mundo fuera del paraíso nace de un acto sacrificial, vease Cain y Abel, toda cultura humana ( lo que incluye al fenómeno religioso) esta fundamentada en el linchamiento de una victima y su posterior sacralizacion ( vease Edipo) , Apocalypto de Gibson me parece una excelente muestra de esto , solo cuando llegan los españoles cristianos cambia la situación .Vosotros sois dos españoles en Guam con muchas otras coincidencias en la fe , familares, en la mision…… pero ( cosas de la globalizacion ) leo este articulo y sus replicas y contrareplicas desde la piel de toro , no obstante gracias a este espacio virtual , otros podemos participar en la dialectica . Lo maligno del potlatch, la teoria del don de Marcel Mauss, la reciprocidad del Kula todo eso se desmorona en cuanto se injerta a Xto en esa cultura, vosotros seréis testigos de eso, digo yo. Respondedme si es asi o no. Espero que vaya todo bien en la misión. Bosco saluda a Ana y a tus padres . David solo te conozco por lo que escribes que no es poco ni malo. La unidad en la diversidad. XTOS VASKRES.

    1. Bosco Corrales Trillo

      Querido Jose Luis: me alegro de recibir noticias tuyas. No me cabe duda de que Girard tiene un enfoque muy sugerente y fecundo acerca de la cultura. Simplemente considero que es necesario precisar los términos adecuadamente, porque lo que en principio puede parecer un matiz poco relevante, al final puede llegar a convertirse en una cosmovisión completa. Acabo de publicar una respuesta a la réplica de David a mi comentario. Ahí me explico más extensamente.
      Algún día leeré a Girard, Dios mediante. De hecho, leí “El chivo expiatorio” a instancias de Ángel Barahora, pero tenía 19 años, creo, y me resultó algo complejo. Debería volverlo a intentar. Un abrazo.

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