La violencia del amor
Por Desiderio Parrilla, 10 de abril de 2012
El grupo Xiphias Gladius ha publicado un nuevo libro colectivo titulado: “La violencia del amor”.Participan en el libro autores como Alejandro Llano (universidad de Navarra, UNAV) o el padre Francis X. Hezel, SJ, así como los miembros del equipo investigador responsable de este blog.
El libro puede ser la lectura idónea para el verano.
Editado por la Asociación Bendita María, el libro puede comprarse en este sitio, la página web de la asociación capitaneada por Jorge Santana, que edita también la excepcional Revista Buena Nueva, publicación católica dedicada a la Nueva Evangelización, cuya lectura recomendamos vivamente.
Repito que el libro puede ser la lectura idónea para el verano.
El libro aporta criterios católicos para juzgar el presente histórico de esta sociedad global de Tercer Milenio.
A mí personalmente me regocija comprobar que su publicación coincide con la edición de otro libro hómonimo que recoge los principales escritos de Monseñor Óscar Romero.
Tengo que reconocer que tengo una devoción privada muy grande hacia el Siervo de Dios Óscar Romero. Dejando a la Iglesia el discernimiento sobre su posible martirio, sus milagros y méritos heroicos, tengo constancia de su intercesión misericordiosa a favor de los que aún formamos parte de la Iglesia militante.
Su presencia en mi vida ha sido tan real como la de la Virgen María, Don Giussani, san Juan Pablo II, san Bruno, san Atanasio, santo Tomás de Aquino, el beato Charles de Foucault o santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, por nombrar sólo un puñado de santos que lo son de mi devoción corriente.
“La violencia del amor” es un misterio que no fue entendido ni por el padre Camilo Torres Restrepo ni por Mariano Sánchez Covisa, por citar dos ejemplos coetáneos y complementarios de la violencia pecaminosa de la que Cristo nos redime.
Esta “violencia del amor” es la santidad, el misterio oculto desde los orígenes del mundo, y que en nosotros sólo encuentra imitaciones perversas, remedos que tergiversan este “ágape antinatural”, por ser sobrenatural. Este modo de amar y de vivir el amor no puede alcanzarse al modo pelagiano por la emulación y el esfuerzo, sino sólo ser recibido desde lo alto como una gracia del Espíritu Santo tras un camino de humillación y descendimiento.
Esto a mí me lo han enseñado mis catequistas y los catequistas de mis catequistas… que tuvieron que sufrir la persecución por parte de los susodichos energúmenos, o de sus seguidores.
Qué distancia tan infinita hay entre el padre Pío cuando negaba excepcionalmente la confesión a algún pseudo-penitente cerrando súbitamente la reja con firmeza y los irresponsables curas que repitieron por emulación vanidosa y protérvica la epiqueya extraordinaria y santificadora del padre Pío.
Ay, de nosotros, los hipócritas…
Ciertamente, puede decirse que el demonio es “la mona de Dios”: remeda y tergiversa las acciones santas para obtener el justo contrario de la Voluntad de Dios.
Todos tenemos en la mente casos palmarios de esta perversión satánica de la “violencia del amor” dentro y fuera de la Iglesia. Seguramente la hayamos sufrido o la sigamos cometiendo, con mayor o menor advertencia o voluntariedad. Tal vez ni siquiera queramos salir de esta pecaminosidad. Pero urge la conversión, so pena de quedar excluidos de la salvación de Cristo (Mt 11, 14) .
El padre Romero fue testigo de ese misterio de amar en la dimensión de la cruz, con tal firmeza y violencia que murió a manos de esta misma violencia satánica. La violencia de su amor aún hoy escandaliza, violenta nuestra concupiscencia y despierta la murmuración, la contumelia, la calumnia o la retracción, incluso entre los clérigos y el pueblo de Dios…
Lástima que muchas veces sean los propios energúmenos los que reivindiquen la figura de Monseñor Romero.
Sin ir más lejos, Maximino Cerezo Barredo, CMF (1932) ha sido el artista responsable del cartel a favor de su canonización, autor que despierta en mí una violencia nada santa. Así de pobres somos todos… mas todos debemos ser corregidos… cada uno de su perversión respectiva, claro.
Y es que tras el Concilio Vaticano II hubo quien leyó erróneamente “Gladium et spes”, “espada y esperanza”, en vez de “Gaudium et spes”, “alegría y esperanza”, e inició un error doctrinal sólo comparable a ese otro error que es su imagen especular: la “teología del desarrollo”, o “teología del Atlántico Norte”.
Efectivamente, este error garrafal que es el proyecto de “nueva cristiandad” de Jacques Maritain engendró una pareja de hermanos gemelos y antagónicos. La “nueva cristiandad” es la madre de estos dos hermanos antagonistas: la “teología de la liberación” y la “teología del desarrollismo tecnocrático”. Los primeros se basan en categorías vagamente marxistas; los segundos en la concepción individualista del marginalismo y la escuela liberal austríaca.
Cada uno tiene sus cifras de asesinatos a las espaldas, sus matones, sus torturadores, sus aliados, sus filias y sus fobias, sus departamentos de comunicación y opinión pública…
Ambos son enemigos de la tradición católica tanto en su antropología como en su cosmología o su política, y son los mayores enemigos internos a los que debe enfrentarse actualmente la Iglesia de Cristo, es decir, la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Es una afirmación fuerte. Sin embargo no retiro ni una coma de lo fundamental.
Comprar y leer atentamente este libro les mostrará las razones de esta afirmación tan rotunda.
Pues eso: compren el libro y léanlo.
Recuerden: “La violencia del amor”, Ed. Bendita María, Madrid, 2012.
Post Scriptum: siempre me ha hecho gracia esa errata del Libro de Kells, también conocido como Gran Evangeliario de San Columba, en Mateo 10, 34b. Donde debería poner: “non veni pacem mittere, sed gladium” (no he venido a traer la paz, sino la espada), sin embargo, en el manuscrito se escribió “gaudium” que significa “alegría”; así, la traducción queda: “no he venido a traer la paz, sino la alegría”.
Probable distracción del copista. Pero Dios escribe recto con nuestros renglones torcidos.
Post post scriptum: Lucas 22, 38. Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. Y Él les dijo: ¡Basta!