Lo que un «bonzo» es

Por Ángel J. Barahona, 5 de diciembre de 2011 [modificado el día 11 de diciembre de 2011]

“Oleada” o “provocación mimética” de los bonzos. Undécima inmolación que se registra en China este año: Monja tibetana muere a lo bonzo. 

 
Una monja tibetana falleció hace unos días en la provincia china de Sichuan, vecina al Tíbet, tras quemarse a lo bonzo, informó la agencia oficial Xinhua, en el undécimo caso de inmolación que se registra en esa zona en lo que va de año. Acaba de intentar suicidarse el duodécimo.
 
Se trata de una especie de “ola”, dicen las agencias de información, de carácter mimético, que copia el acto del tunecino que desató la “OLEADA” de comportamientos en cadena que llevó a la caída de Mubavarak, el cambio de régimen en Túnez, y la caída de Gadafi y que espera la de Asad a no tardar. El bonzo musulmán que imitó a los bonzos tibetanos es ahora imitado por los monjes asiáticas que buscan  lograr los mismas que se reos efectos. Nunca Girard es más pertinente. “Oleada” es la copia mimética por excelencia. Las ondas marinas se encadenan como las masas y arrastran a su paso todo lo que se les opone.
 
La religiosa, de 35 años se prendió fuego en la prefectura autónoma tibetana de Garze, donde este año se están registrando fuertes tensiones. El gobierno local ha señalado que las causas del suceso aún están siendo investigadas y que todavía no se sabe la razón por la que Qiu se prendió fuego, si bien los casos anteriores fueron para pedir el retorno al Tíbet del Dalai Lama y el fin de la represión de la religión y cultura de esta etnia.
Según grupos tibetanos en el exilio, cinco de los diez inmolados con anterioridad fallecieron. En los últimos años, y especialmente desde las revueltas de 2008 en la ciudad de Lasa y otras zonas de población tibetana, se han producido numerosos episodios violentos.
En Sichuan, donde se han producido todas las inmolaciones de 2011, las tensiones giran en torno al monasterio de Kirti, uno de los más sagrados de la zona para el budismo tibetano y que tras la primera inmolación de un monje de ese lugar, en marzo, fue sometido a un férreo control de las fuerzas de seguridad. El monasterio llegó a ser rodeado de alambradas y muchos de sus monjes enviados a centros de reeducación, lo que no hizo sino aumentar las protestas.
El Gobierno chino califica las inmolaciones de «actos terroristas» y acusa al Dalai Lama y organizaciones tibetanas en el exilio de promoverlas o incluso «glorificarlas».
 

¿Qué diferencia hay entre el suicidio bonzo y el mártir de Al-Aqsa? Ninguna. Sólo un matiz que el primero no necesita llevarse consigo en su altar sacrificial a nadie más. Pero el acto es en sí miso idéntico: se trata de expulsar sobre el propio cuerpo la ira que reclama venganza. En el fondo es el mecanismo expiatorio vuelto contra sí mismo en lo físico, pero contra el otro en lo moral: “Mira lo que hacen tus crímenes, mira de lo que eres culpable, mira que herida tan grande me causas que me obligas a hacer por mí mismo lo que tú no estás haciéndome a mí, pero sí a mi pueblo”. 
Tiene todos los ingredientes de la teoría mimética expiatoria, como todos los casos que estamos viendo en este blog: rivalidad mimética entre facciones tribales, entre rivales nacionales, étnicos, políticos. La rivalidad pide una violencia infinita reparadora de la injusticia, que unos y otros se imputan con más o menos razón. Como las partes están desequilibradas, en las primeras fases, exigen asesinatos expiatorios que llamen la atención, generen modelos dignos de ser imitados y sugieran la salida a la crisis: una gran víctima expiatoria. No volvemos a recordar aquí a los magnicidios que citamos en el anterior capítulo, pero Cheauchescu, Sadam, Ben Laden, Gadafi, siguen la ruta antigua de los hombres perversos, como ahora los monjes bonzos.
 
Tiene razón el gobierno chino–salvando el juicio sobre injusticia de la invasión China del Tibet- cuando los acusa de terroristas. Porque como el terrorismo, inmolarse es un chantaje moral que imputa al otro la culpa de mi auto-sacrificio. Es un sacrificio idéntico a todos los sacrificios de la historia de la humanidad. Es un código sacerdotal que ha de ser decodificado en términos religiosos, de lo sagrado, porque busca el bien por medio del asesinato. Esa es la ambivalencia de lo sagrado de Rudolf Otto. Eso el pharmakon platónico que Derrida interpreta a la perfección en La Diseminación. Pero el que va hasta el final es René Girard: la chivo expiación nunca acabará, es un sistema primitivo pero cruelmente indudable en su eficacia. Es más, creo que Derrida se inspira en Girard, desde que éste mismo le invitó a Estados Unidos debió quedar impactado por la intuición girardiana. En uno de sus últimos libros Dar la muerte, su estudio sobre el sacrificio de Isaac y Kierkegaard apunta a la lectura girardiana sin hacerlo explícitamente. Preguntémosselo a Irak, Túnez, a Libia… si es o no eficaz  la «chivo-expiación». [Nos dirán que sí, que la muerte expiatoria de sus tiranos les ha traído la paz. Lo que ellos no saben es que sólo sirve por un tiempo. Mañana necesitarán otro chivo expiatorio, al volver a sentir el vértigo de la autodestrucción.
 
Los bonzos que se inmolan buscan, creando la confusión a través de la expiación sobre sus propios cuerpos, cierto orden perdido: nación, territorio… pero la fórmula es, por una parte, un chantaje: cargad con la culpa de mi muerte… Por otra, es un cálculo racional de la descompensación de fuerzas: la rivalidad que existe entre los dos pueblos requiere un chivo expiatorio porque el desequilibrio de las fuerzas  hace imposible la igualdad gemelar en el enfrentamiento. En el fondo, la fórmula es: ejemplifico sobre mí  lo que estáis haciendo sobre mí pueblo, sentíos pues culpables del crimen aniquilador de mi pueblo-sobre mí y haced que retorne el orden que viene siempre tras la sangre derramada.]
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2 comentarios en “Lo que un «bonzo» es”

  1. Ángel, dos cuestiones sobre lo que dices. El cambio del papel de la víctima en la sociedad es evidente: las víctimas son divinizadas «ya de antes», no como en la genealogía que propone Girard, no sólo en sus primeros libros, sino incluso en «He visto a Satán…», a saber: crisis de indiferenciación, elección arbitraria de la víctima expiatoria según el esquema «uno ha de morir para que todos vivan», culpa y condena, esto es, demonización de la víctima, sacrificio, establecimiento de la paz sobre la sangre derramada, rito, divinización de la víctima que ha salvado a la sociedad. Las víctimas son de suyo divinas, como si nos saltáramos todo el proceso. El autosacrificio que supone la autoinmolación de los bonzos, ¿en qué se diferencia del sacrificio de Cristo en la cruz? Cristo va a Jerusalén, como el bonzo coge la garrafa de gasolina, y habla en el templo, como el bonzo enciende la cerilla. Sé que hay una diferencia, pero me gustaría que la desarrollaras, tal vez en un sucesivo post.
    Sobre la cuestión de Derrida… Bien, no creo que Derrida haya visto mucho de manera consciente en Girard. Es cierto que existen coincidencias evidentes entre ambos. Pero es Girard quien cita a Derrida en «La violencia y lo sagrado», que no estaba escrita cuando invita a Derrida en el 66. El interés de Derrida en el sacrificio le viene más bien de Levinas. No digo que no haya leído a Girard, pero me consta que a los filósofos de profesión (y a los antropólogos, y a los críticos literarios, y a los teólogos) les molesta la falta de rigor metodológico que aparentemente existe en el pensamiento de Girard. Lo que es indudable es que el Derrida de «Dar la muerte» habla de las mismas cosas que Girard, pero lo hace vía Patocka, Levinas, Kierkegaard. Los libros de Amalia Quevedo, «En el último instante» y Andrew McKenna, «Violence and Difference» pueden darnos pistas para una comparativa que ilumine cómo, de manera sistemática, hemos medio-comprendido (y mal) la verdad que sobre el sacrificio dice Girard. Es que es la verdad sobre lo que el ser humano es.
    Una última cuestión. Es interesante comprobar como la revuelta en Túnez, lo que ahora conocemos como «Arab Spring», se inicia con un «bonzo» tunecino.

  2. Pingback: #Spanishrevolution I o el rostro de la violencia. | las cosas ocultas desde la fundación del mundo

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